nirvana

En busca del Nirvana

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¿Os habéis preguntado cómo es un entierro desde una filosofía budista? En este blog de Gesmemori hemos investigado a través de diferentes fuentes y os vamos a resumir cómo se hace el tránsito al más allá y cuáles son las bases de sus creencias, basadas principalmente entre una continuidad entre la vida y la muerte, que se percibe como un camino y no como un fin.


Según la historia, el fundador del budismo, Siddhartha Guatama, nació dentro de la realeza en la India alrededor del año 600 antes de Cristo. Sus padres intentaron alejarlo de la influencia de la religión y de cualquier exposición al dolor y al sufrimiento. Sin embargo, él tuvo varias visiones que le llevaron a convertirse en asceta. Abandonó su vida de riqueza y buscó la iluminación a través de la austeridad.


Aunque sus fundamentos son mucho más complejos, el budismo se caracteriza por buscar el nirvana, un estado espiritual de paz y libertad que se consigue al superar el dukkha (sufrimiento) y el samsara (existencia cíclica del individuo que consta del nacimiento, muerte y renacimiento).


El camino hacia el nirvana debe hacerse por uno mismo a través de la meditación, la sabiduría y la moral y se debe evadir el deseo, evitar el egoísmo y el sufrimiento. Las almas se hallan inmersas en un ciclo eterno de muerte y reencarnación, y las leyes del karma sostienen que toda acción intencionada positiva genera consecuencias positivas y viceversa.


De acuerdo a la doctrina budista, los seres humanos se hallan en un constante estado de sufrimiento existencial cuyo origen es el anhelo, el deseo o el apego. Todas las almas están atrapadas en la rueda eterna de las reencarnaciones. Tras la muerte física, las almas ascienden hacia formas de existencia más elevadas o descienden hacia otras más básicas. Solo es posible escapar de la reencarnación alcanzando la paz infinita.


Bajo esta perspectiva, la muerte para un budista forma parte de la vida cíclica, y no hay que temerla. No es un proceso terminal, sino universal e inevitable. Solo es el principio de otra vida, que se irá repitiendo hasta alcanzar el nirvana.
Los funerales budistas pueden variar, dependiendo del lugar de residencia del fallecido y del tipo de budismo que haya abrazado. Básicamente, se acostumbra leer “El libro de los Muertos” a la persona que está por morir o que está ya fallecida, para ayudarlo en el “bardo” o Estado Intermedio entre esta vida y la siguiente. Normalmente el cuerpo se incinera para permitir que el espíritu se libere del cuerpo.


La cremación tiene lugar a los siete días –el cuerpo se conserva embalsamado y en frío- en horas de la tarde. Los monjes oran durante media hora y regresan a sus templos. Los funerales no son tristes, puesto que se considera solo una transición. Se supone que entre la muerte y el renacimiento pasan cuarenta y nueve días, a lo largo de los cuales se suceden distintas ceremonias, como lectura de libros o cánticos.


No existe una liturgia concreta para los funerales porque los ritos dependen de las tradiciones culturales de cada región budista. Obedecen a las expresiones de cada lugar donde el budismo se ha establecido, aunque a grandes rasgos, ya se han mencionado aquí. Cuando muere la persona, su cuerpo no debe ser tocado, movido o perturbado durante un mínimo de tres días porque, para los budistas, la conciencia no abandona el cuerpo de inmediato. Tampoco se le debe tocar la cabeza.

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