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Las Torres del Silencio enmudecen cada vez más

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Nos gusta viajar, ya sabéis, en este espacio de Gesmemori y en esta ocasión nos vamos hasta la India para saber un poco más de los parsis, un grupo étnico minoritario –aunque influyente en tiempos- que practican la fe zoroástrica, la primera religión monoteísta que existió, seguidores de Zoroastro o Zaratrustra. Hay parsis en otros países del mundo pero es en el gran estado asiático donde existe un mayor número. Son trabajadores, educados e instruidos y siguen –aunque va languideciendo la tradición- enterrando a sus muertos en las Torres del Silencio, grandes construcciones circulares delimitadas por un muro y un pozo en el centro. Los cuerpos se colocan en la parte superior para que buitres o halcones se alimenten hasta dejar solo los huesos. Después se arrojan a la fosa para su total descomposición.


Esto es así desde al menos el siglo IX, cuando hay constancia del uso de las torres. Y aunque esta práctica funeraria pueda parecer sombría, nada más lejos de la realidad. Los zoroastrianos creen que no se deben perturbar los cuatro elementos de la naturaleza: tierra, aire, agua y fuego. Por eso no se entierra a los muertos, para no perturbar la tierra; tampoco se pueden incinerar porque el humo resultante contaminaría el aire. Ni arrojarlos a un río o un océano porque se perturbaría el agua. Por ello, los parsi colocan los cuerpos en lo alto de una torre, a la que llaman Dakhma, o “Torre del Silencio”, donde los cadáveres son devorados por aves como buitres, milanos o cuervos. Esta veneración a la naturaleza ha llevado a algunos estudiosos a proclamar el zoroastrismo como «la primera religión ecológica del mundo».


El fuego es su deidad principal, todos los ritos, ceremonias y rituales deben realizarse en presencia de una llama. También relacionan este elemento con la energía divina, como creadora de vida y de luz. Las llamas lo son todo. Disipan las tinieblas de la ignorancia, son una representación simbólica de la justicia y el orden ritual, simbolizan la creación y el fuego es también el elemento destructor que pondrá fin a todo lo malo para restaurar un orden perfecto.


En la torre del silencio hay tres anillos concéntricos: el exterior se utiliza para hombres, el centro para mujeres y el de enmedio para niños. Después de que los pájaros carroñeros picotean la carne y los huesos quedan al descubierto, los restos se acumulan en el agujero debajo de la cripta y se les agrega cal, a partir de la cual se destruyen gradualmente en un proceso que dura aproximadamente un año.
Como ocurre con las costumbres milenarias, este antiquísimo ritual se va desvaneciendo poco a poco. Y no por el rechazo de las autoridades sanitarias o de la ciudadanía, sino por la preocupante falta de buitres y carroñeros, que escasean cada vez más, especialmente en las zonas más urbanizadas.


Probablemente Zoroastro (o Zaratrusta, famoso por la obra de Nietzsche) vea con preocupación cómo las Dakhma van quedando sin uso por el descenso de seres alados que se ocupen de los cuerpos. Ante la falta de buitres, en algunas torres se instalaron difusores solares que permiten deshidratar rápidamente los cadáveres. Pero tienen el efecto secundario de ahuyentar a las aves carroñeras debido al excesivo calor que generan. Solo el tiempo dirá si las torres quedan definitivamente en silencio o se volverá a oír el aleteo majestuoso de los buitres.

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