Como en este blog nos gusta desentrañar las curiosidades del español y de sus muchas expresiones, en esta ocasión vamos a indagar en el origen de dos de ellas muy populares. La primera es “salvados por la campana”, de la que hay varias teorías. Ya sabéis que la frase alude a una situación en la que una persona finalmente consigue un resultado exitoso pese a las dificultades, algo así como salvarse por los pelos, expresión en la que igualmente profundizaremos en otro blog. El otro dicho es “cargar con el muerto” cuyo origen tiene diferentes hipótesis.
Vamos con la primera. La locución “salvado por la campana” se utiliza, como se ha dicho, para expresar que alguien se ha librado de un daño en el último instante. La versión o teoría más reciente acerca de la misma tiene un origen, según algunos estudiosos, en el boxeo. La campana se introdujo en este deporte en 1867, cuando se establecieron las reglas del marqués de Queensberry, normas introducidas para hacer esta modalidad deportiva un poco más segura y menos sangrienta. También se incorporaron los guantes, la cuenta de 10 segundos que se da a un boxeador caído al suelo o los límites de tiempo de tres minutos por asalto y uno de descanso. Si el deportista está muy tocado, lo salva el sonido de la campana.
Pero la génesis de la expresión hay quien la sitúa en la Edad Media, cuando se empezaron a colocar campanillas colocadas en los ataúdes a través de un hilo con el fin de que el que estuviera dentro pudiera avisar si no estaba realmente muerto. La explicación podría tener sentido, ya que se daban casos reales de catalepsia, de personas aparentemente exánimes y sin signos vitales. Tener a disposición una campana podía ser un seguro de vida. Y entendiendo también que en épocas de peste, enfermedades e infecciones, no se andarían con muchos miramientos a la hora de enterrar.
Medieval dicen también que es la frase “cargar con el muerto”, que entonces sí tendría un sentido literal y no figurado de asumir una responsabilidad que no corresponde. La legislación de medievo dictaba que, si aparecía un cadáver de alguien –especialmente si se consideraba muerte violenta- y no aparecía el culpable, correría con el castigo el pueblo en cuyo término estuviese el fallecido. En ese caso toda la localidad se veía obligada a pagar una multa. Para evitar la sanción era habitual que los vecinos cargasen sigilosamente el cadáver por la noche para trasladarlo al municipio de al lado.
Y para acabar este blog de curiosidades expresivas del más allá y el más acá, otras teorías sostienen que la locución hay que situarla en la antigua Roma, cuando los esclavos estaban obligados a llevar los féretros de sus amos muertos hasta la última morada. Con el tiempo la frase se convirtió en un tópico o modismo para referirse a aquellos que son obligados a asumir el peso del castigo por los errores de otros. Algo así como “cargar con el mochuelo” para referirse a un asunto difícil en contra de la voluntad. ¿Qué tendrá el simpático mochuelo para ser una carga? Se cuenta que es a raíz de una anécdota popular entre un andaluz y un gallego. En otro blog os lo contaremos.